18 de septiembre de 2009

Tazas de té chino


La aparición de Soledad me dejó entre sorprendida y anonadada. Cruzamos pocas palabras, pero suficientes para que causaran en mí una profunda impresión. Me quedé un rato más recostada en la arena, pensando en lo que acababa de suceder.

En el casi año que había transcurrido desde mi accidente, apenas me había detenido a pensar en mi persona en relación a los otros. Si era interesante o inteligente, o si algo de mí destacaba ante la vista de los demás, nunca me interesó, sólo tuve tiempo para observarme a mí misma, primero ocupada en odiarme por lo que me había pasado, luego buscando un camino hacia mis recuerdos olvidados y ahora encerrándome en la mayor soledad posible. Ni siquiera la presencia de Marcelo me había hecho salir de mi auto-encierro, no me interesaba más que mi propia opinión de mí misma.

Pero ahora, una desconocida, tomándome desprotegida y por sorpresa, había logrado sacarme de ese lugar. Notaba en mí algo distinto, sus palabras me importaban, me hacían sentir bien. Una sensación sumamente agradable surgió en mi interior.

Al día siguiente, su invitación a visitarla todavía resonaba en mis oídos, pero no sabía como actuar en consecuencia. Pensaba que si iba ese mismo día iba a dar la impresión de estar desesperada por hablar con alguien y ser una molestia, pero si dejaba pasar mucho tiempo parecería una desinteresada. Quedé trabada en mis indecisiones, incapaz de tomar la iniciativa.

Frustrada, pensé en salir cada noche en la misma dirección que el día del encuentro y así provocar otro tropiezo “casual”. Lo intenté tres o cuatro veces y fracasé en cada ocasión, mientras tanto mi ansiedad por verla crecía y me turbaba. No entendía bien que sucedía conmigo.

Finalmente, opté por lo más simple (algo que seguramente debería haber hecho desde un principio) y juntando coraje fui hacia su casa.

Llegué cuando el sol estaba a punto de desaparecer por completo. No fue difícil encontrar su hogar, ya que era la única construcción en varios metros a la redonda. Era una vivienda simple pero muy agradable y cómoda. Ella estaba sentada en el umbral, leyendo un libro.

Al verme llegar, sonrió y me dijo:


-Hola, pensé que no ibas a venir nunca!


No pude disimular un creciente rubor en mis mejillas fruto de una timidez desconocida.

-Es que estuve ocupada y no pude venir antes –mentí.
-No importa, no te lo dije a modo de reproche, es que tenía ganas de verte y los días pasaban muy lentamente.
-Perdoname.
-Basta, basta, no hay nada que perdonar. Vení, pasemos. Querés comer algo, tomar tal vez?
-No, no, no quiero molestarte.
-Dejate de pavadas, te dije que tenía muchas ganas de verte así que es obvio que no me molestás en lo más mínimo, al contrario. Entonces dejá de disculparte por todo y sentite completamente libre de ser y decir lo que quieras. Te pregunto de nuevo, querés algo?
-Bueno, un té? Algo así?
-Ja ja, dale un té.


Entramos, Soledad fue a preparar el té y yo me senté en un sillón frente a un ventanal contemplando el mar (su casa era bastante más grande que la mía).


-Qué estabas leyendo? –le pregunté.
-Un libro nuevo que me costó bastante conseguir, es de un escritor japonés.
-Y cómo se llama?
-“Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” de Haruki Murakami. Yo soy escritora y hace un tiempo un amigo me hizo llegar otra novela suya que se llama Tokio Blues, me encantó y me hizo descubrir una literatura completamente diferente. Obviamente me apasioné y empecé a devorar todo lo que podía caer en mis manos, proveniente de esta maravillosa cultura. Pude leer a Mishima, Yoshimoto y Kawabata, pero lamentablemente es bastante difícil conseguir sus libros, la mayoría los tuve que traer de afuera, pero cada palabra escrita por ellos vale el esfuerzo. Creo que tengo alguno por acá, a ver…

Salió de mi campo visual en dirección a otra habitación y regresó con otro libro en sus manos.

-Tomá –me dijo- este es Kitchen de Banana Yoshimoto, léelo que es hermoso y además es una excelente introducción al universo literario japonés, si te gusta después puedo prestarte otros.
-Gracias –respondí un poco apabullada ante tanta información.


Así comenzó, tal como me había anticipado Soledad, mi descubrimiento de la apasionante cultura oriental.

3 comentarios:

  1. Nombraste los mismos autores y obras que una amiga bloguera me recomendó a mí hace muy poquito :P

    La literatura japonesa influyó mucho en tu vida?

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  2. Yo creo que toda la cultura Oriental puede influenciar mucho en nuestras vidas...

    Un besote

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  3. Madie, supongo que te refería a Julia Q, no? Leí su post al que te referís, pasa que Murakami es el autor más popular y ha crecido mucho internacionalmente. Si influyó la literatura japonesa es algo difícil de decir, admiro toda la cultura oriental en general pero a la hora de ponerla en práctica en nuestro occidente, no es algo simple, mientras la disfruto :)

    Luminicus, ojalá aprendamos lo bueno de esta hermosa cultura!!

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