30 de julio de 2009

Strangers at the window


Lo primero que sentí al despertar fue un terrible dolor en la sien, seguido por otro igual de intenso en la cadera.

Sentí que los dedos de mis pies se movían, pero no lograba conectarlos a mi persona.

Era como si mi cuerpo estuviera dividido en varios pedazos, cada uno reconocible por un intenso desgarro.

Luego de varios intentos pude despegarme del sentimiento físico y mi mente comprendió dónde estaba.

Claro que lo que entendió fue que me hallaba en un hospital, el cómo y desde cuándo estaba allí era tan borroso como mi vista.

Con un gran esfuerzo logré enfocar el tubo fluorescente que iluminaba mi habitación.

Luego distinguí una ventana con cortinas celestes, el suero colgando sobre mí, mi mano conectada a un tubo de plástico, mi cuerpo recostado cubierto por un camisón y sábanas blancas, una típica frazada hospitalaria, un sillón de cuero y un hombre sentado en él.

Tardé unos instantes en reaccionar, mi mente aún estaba confundida, no sabía si a causa de algún medicamento que me hubieran dado estando aún inconsciente.

Cuando logré aclarar mis pensamientos, entendí que ese hombre era un perfecto desconocido, instintivamente quise gritar pidiendo ayuda pero al abrir mi boca no percibí sonido alguno, al menos ninguno que yo alcanzara a oír, era como si mi cerebro no pudiera dar las órdenes correctas a mi dolorido cuerpo, como si mi mente hablara un idioma extranjero que mis músculos no comprendían.

Entonces, al verme intentar gritar, el desconocido se me acercó lentamente y me dijo:

-Tranquila, está todo bien, soy Marcelo.

Ese nombre no significaba nada para mí, seguía siendo un perfecto extraño.

Pero el hecho de oír su nombre, activó alguno de los tantos sectores de mi cerebro aún dormidos y fue entonces cuando me di cuenta que yo no sabía el mío.

Me esforcé en recordarlo, pero era un esfuerzo inútil, como si intentara levantarme en ese mismo momento, mover mis músculos atrofiados y volver a mi vida normal instantáneamente.

Quise recordar que me había pasado, cómo había llegado a esta situación, pero nada acudía a mi memoria.

Pensé en probar con algo más simple como mi edad, mi fecha de nacimiento, mi familia, pero todo era igual, nada.

Sentí la misma impotencia que me invade cada vez que (con mi habitual torpeza) apreto click en eliminar archivo en la papelera de reciclaje y simultáneamente comprendo que ese documento era fundamental, no había forma posible de recuperarlo.

Quizás algún especialista pueda ayudarme, pensé intentando tranquilizarme.

Por el momento no podía hacer nada, tanto mi cuerpo como mi mente se encontraban desconectados y en el más precario de los estados.

No tenía otra alternativa que quedarme allí, con un hombre extraño y (lo que era peor) con una mujer tan extraña para mí como ese desconocido, yo misma.


1 comentario: